Sanguínea (Editorial Candaya, 2020) de Gabriela Ponce es una novela que se desgarra entre los extremos de la vida y la muerte, del placer y el dolor, y lo hace a través de una narración sensorial que explora los rincones más íntimos del cuerpo femenino. Esta obra captura el turbulento proceso de autodescubrimiento de una mujer en sus treinta, quien, tras el colapso de su matrimonio y la muerte de su hermano, navega por un espacio emocional que desafía las convenciones de la narrativa tradicional.


Sanguínea tiene un inicio impactante, un inicio de ¿pero qué estoy leyendo? Pero el lector, en este caso yo, sigo con la lectura para averiguar que hay detrás de esas escenas de pesadilla. Y al final descubres que lo que hay es una obra compleja y a la vez simple, como puede ser la de cualquier mujer que sufre por las perdidas, por el dolor que intenta que no se note, vestido todo ello con un lenguaje visceral, que sale de las entrañas. Una novela que me ha impactado y que aconsejo a los lectores a los que les haya gustado autoras como María Fernando Ampuero.

Desde las primeras páginas, la prosa visceral de Ponce marca el tono. La novela se abre con escenas que parecen sacadas de una pesadilla: la protagonista se encuentra en una fiesta en un almacén, un entorno surrealista que introduce una atmósfera de desorden y caos emocional y su conexión con un hombre desconocido refuerza la sensación de que la narradora está anclada en una realidad frágil. Esta estructura episódica, compuesta por capítulos breves e intensos, dota al texto de un ritmo acelerado y casi frenético en donde lo visceral se entrelaza con lo emocional.

La protagonista, quien permanece sin nombre a lo largo de la novela, vive una relación desconcertante con su propio cuerpo. Su fijación con el color rojo, la sangre y los fluidos corporales simboliza tanto la vida como la pérdida. A lo largo del relato, el cuerpo femenino es descrito sin filtros, con sus ciclos, su menstruación, su vulnerabilidad, pero también su poder. La sangre es tanto una representación de la fertilidad como del dolor físico y emocional. Ponce no evita los tabúes de la biología femenina, y en esta representación del cuerpo encuentra una poderosa metáfora para el viaje emocional de la narradora.

El recurso del flujo de conciencia potencia la inmersión en la psicología de la protagonista. Las líneas entre lo real y lo imaginario se desdibujan, permitiendo que el lector experimente la confusión interna de la narradora. Este estilo fragmentado y ambiguo acentúa la sensación de desorientación, mientras la protagonista se enfrenta a la tripofobia (miedo a los agujeros), que en el contexto de la novela parece más una obsesión o un reflejo de los vacíos emocionales y existenciales que atraviesa.

La primera mitad de Sanguínea se desarrolla como un torbellino de sensaciones: encuentros sexuales, desesperación, ansiedad, una búsqueda desesperada de sentido a través del placer y el dolor físico. Esta etapa está profundamente marcada por la menstruación, un símbolo central que representa tanto el ciclo vital como la pérdida constante. Ponce plasma este proceso biológico con una crudeza rara vez vista en la literatura, desmitificando el cuerpo femenino y presentándolo tal como es, sin idealizaciones ni censuras. Las imágenes limpias de sangre y fluidos no son gratuitas; Cumple una función esencial en la narrativa, al servir como un recordatorio constante de la vulnerabilidad y el poder del cuerpo de la mujer.

A medida que la novela avanza, el ritmo frenético inicial da paso a una segunda parte más reflexiva. El descubrimiento de un embarazo introduce un nuevo conflicto: la maternidad, una temática que convierte el cuerpo en un campo de batalla emocional. La protagonista, inicialmente sumida en un torbellino de sensaciones, ahora enfrenta el dilema de la vida que crece dentro de ella. La sangre menstrual se convierte en un símbolo de lo que ya no será, mientras que la ausencia del ciclo marca la entrada en una nueva etapa. Este cambio en la narrativa transforma la novela de una exploración puramente física a una meditación sobre el significado de ser mujer, sobre la maternidad, la autonomía y el futuro.

El relato, escrito en primera persona, nunca deja de ser íntimo. La narradora comparte sus pensamientos más oscuros, sus deseos más profundos y sus dudas más angustiosas. A través de su narración, el lector es testigo de un proceso de autodescubrimiento que, aunque doloroso, resulta empoderador. El viaje de la protagonista es un viaje hacia la comprensión de su propio cuerpo, su sexualidad y su lugar en el mundo. Las decisiones que toma al final del relato cristalizan su camino hacia el empoderamiento, un arco que Gabriela Ponce maneja con habilidad y sensibilidad.

En Sanguínea, Gabriela Ponce ha escrito una novela que desafía las convenciones y explora los rincones más oscuros de la experiencia femenina. Su tratamiento del cuerpo, el sexo, el dolor y la maternidad se aleja de las representaciones convencionales, ofreciéndonos un retrato valiente y honesto de lo que significa ser mujer. Esta obra no es una lectura fácil, pero es precisamente su capacidad para incomodar lo que la hace tan potente y necesaria.

Gabriela Ponce (Quito, 1977) es una escritora, dramaturga y directora de teatro ecuatoriana. Con una carrera consolidada en el ámbito literario y teatral, Ponce ha desarrollado una obra profundamente marcada por el cuerpo, la sexualidad y la identidad femenina. Es profesora de artes escénicas en la Universidad San Francisco de Quito y cofundadora de la Casa Mitómana, un espacio cultural independiente que promueve el teatro y las artes escénicas.

Ponce ha publicado el libro de cuentos Antropofaguitas (2015), que ganó el Premio del Ministerio de Cultura de Ecuador, y ha contribuido a diversas antologías teatrales y literarias. Sus obras de teatro, entre las que se destacan Cama (2016), Lugar (2017) y Tazas Rosas de Té (2016), han sido representadas en Ecuador y en el extranjero, recibiendo diversos premios por su originalidad y profundidad temática.

Como escritora, Ponce se distingue por su enfoque audaz y sin concesiones sobre temas relacionados con la feminidad, el deseo, el dolor y el cuerpo.


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