Hay libros que parecen abrir una rendija a un mundo secreto, casi como si no fueran simples historias sino paisajes emocionales. Diabulus in musica (Planeta, 2001), de Espido Freire, es uno de ellos. No se trata solo de una novela sobre el amor o el deseo, sino de una exploración profunda de la memoria, la identidad y los fantasmas —los que habitan en las casas y, sobre todo, los que llevamos dentro.


Una historia de amor imposible

La narradora de la novela, una mujer cuyo nombre nunca conocemos, recuerda los dos amores que marcaron su vida: Christopher Random, un actor capaz de convertirse en cualquier personaje, y Balder Goienuri, un joven que, paradójicamente, solo podía representar a Christopher. Entre los tres se forma un triángulo extraño y perturbador, donde los límites entre lo real y lo fantasmal se desdibujan.

No es una historia de amor en el sentido romántico, sino más bien una búsqueda obsesiva de aquello que nunca se alcanza del todo. La protagonista no deja de perseguir sombras, ecos, máscaras, como si en lugar de acercarse a alguien concreto buscara comprenderse a sí misma en medio de esas presencias cambiantes.

El sentido del título

El título de la novela alude al diabulus in musica, un intervalo musical prohibido en la Edad Media por su carácter disonante, inquietante. Esa metáfora se extiende a toda la narración: lo que debería ser armonía se convierte en ruptura, lo que parece bello esconde un filo oscuro. La novela es, en ese sentido, un tejido de contrastes: amor y pérdida, deseo y vacío, vida y muerte.

Una atmósfera en penumbra

Lo que más me ha impresionado de la lectura fue la atmósfera que Espido Freire logra construir. Cada página parece envuelta en una neblina delicada, con una cadencia lenta, casi hipnótica. No hay prisa en la narración; los recuerdos vuelven una y otra vez, se repiten, se deshacen, como si estuviéramos dentro de la mente de la protagonista, atrapados en su forma obsesiva de recordar.

Leer Diabulus in Musica es un poco como soñar despierto: uno avanza con la sensación de que lo que ocurre no obedece a la lógica cotidiana, pero al mismo tiempo resulta real.

Identidad, memoria y dolor

Más allá de la trama, la novela gira en torno a cuestiones muy íntimas: ¿quiénes somos cuando amamos? ¿Hasta qué punto el otro es un reflejo de lo que buscamos dentro de nosotros mismos? La protagonista vive el amor como un desgarro, como un proceso que la enfrenta a su propia fragilidad. La música, lejos de ser consuelo, se convierte en sufrimiento, como si cada nota abriera una herida en lugar de cerrarla.

La memoria juega un papel esencial: no se cuenta una historia en presente, sino que se revive desde el recuerdo, con todos sus pliegues, contradicciones y silencios. Esa estructura fragmentada, lejos de entorpecer la lectura, le da una fuerza especial: sentimos que acompañamos a la narradora en su propio laberinto interior.

Una lectura que permanece

Diabulus in musica no es un libro sencillo. No está pensado para leerse de manera ligera ni rápida. Es una novela que pide detenerse, sumergirse, aceptar sus repeticiones, sus símbolos y sus misterios. A veces resulta incómoda, porque remueve emociones difíciles: la pérdida, la obsesión, la incapacidad de retener lo amado. Pero al mismo tiempo tiene algo de fascinante, como esas melodías que no se olvidan aunque sean disonantes.

Al cerrar el libro me ha quedado la sensación de haber atravesado una experiencia más que una historia. Espido Freire consigue que lo fantasmal no se quede en lo externo, sino que penetre en lo íntimo del lector, en ese lugar donde todos guardamos alguna ausencia o algún deseo que nunca se cumplió del todo.

En resumen

Leer Diabulus in Musica es aceptar un pacto: dejar que la narración te arrastre a un terreno ambiguo, entre lo real y lo espectral, entre el recuerdo y el sueño. No es una novela para todos los momentos, pero sí una de esas obras que, cuando llega, deja huella. Y quizá ahí esté su mayor fuerza: en recordarnos que lo que más nos marca no es siempre lo perfecto ni lo armonioso, sino aquello que nos inquieta, que nos sacude, que nos obliga a escuchar la música de lo prohibido.


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