Con Los viejos amores, Rosa Ribas afianza su estilo inconfundible dentro del género negro, donde la intriga no se sustenta en la espectacularidad de los crímenes, sino en la observación aguda de la vida cotidiana y en la profundidad emocional de sus personajes. Esta novela se enmarca en la serie protagonizada por la familia Hernández, que regenta una pequeña agencia de detectives en el barrio barcelonés de Sant Andreu, y que ya se ha convertido en una de las propuestas más singulares del noir español actual.


Esta novela se centra en un tema de plena actualidad: la estafa a personas que se sienten solas. Es importante señalar que las mujeres no somos potenciales víctimas solo cuando somos jóvenes, sino que esta vulnerabilidad se mantiene a lo largo de toda la vida. Por otra parte, el anonimato que ofrecen las redes sociales —que, en muchos casos, se convierten en una buena compañía cuando estás sola— propicia los engaños, las estafas y, además, el ocultamiento de estos hechos por vergüenza. En los últimos tiempos no hago más que bloquear a perfiles sospechosos: hombres que dicen ser estadounidenses, todos con carrera universitaria. Esto ya debería hacernos sospechar, pero aun así, son muchas y muchos los que caen.

Al margen de la temática de la novela, me ha encantado, nuevamente, cómo escribe Rosa Ribas: te va adentrando poco a poco en la historia, sin muchos sobresaltos, y cuando menos te lo esperas, la acción se desata. A continuación, destaco algunos de los detalles que más me han gustado.

Una estafa que revela mucho más

La historia arranca con un caso aparentemente menor: una mujer mayor ha sido víctima de una estafa emocional. Un individuo se hace pasar por un antiguo compañero de colegio para ganarse su confianza y aprovecharse económicamente de ella. Sin embargo, a medida que los Hernández indagan en los detalles, descubren que tras ese engaño se oculta una trama más compleja, que involucra sentimientos olvidados, identidades desdibujadas por el tiempo y una inquietante reflexión sobre la soledad y la necesidad de afecto en la vejez.

Como en las entregas anteriores, el crimen funciona como catalizador de temas más profundos. Aquí, Ribas examina cómo los viejos amores, los vínculos del pasado e incluso los recuerdos idealizados pueden convertirse en armas de manipulación… o en puertas hacia una posible redención.

Técnica narrativa: precisión y calidez

Rosa Ribas opta por una narración en tercera persona que se despliega con claridad y sin alardes. La estructura es lineal, con una progresión pausada que da espacio al desarrollo de personajes, a los matices emocionales y a las observaciones sociales. La autora equilibra con soltura los momentos de avance en la investigación con escenas de la vida privada de los protagonistas, lo que genera una sensación de autenticidad y cercanía.

Su prosa es limpia, directa, y sabe cuándo detenerse en un gesto o una mirada para decir más que con un largo monólogo. Ribas no necesita efectos grandilocuentes: confía en el poder de lo cotidiano, en la tensión contenida y en el trabajo constante con la voz narrativa. También hay un uso eficaz del diálogo, que da naturalidad y ritmo a la lectura, y una ambientación muy lograda del barrio de Sant Andreu, que actúa casi como un personaje más, lleno de historia, vecindad y pequeños secretos.

Los Hernández: una familia poco convencional

Uno de los grandes aciertos de la serie es la dinámica entre los miembros de la familia Hernández, que no responden al estereotipo del detective solitario o del policía endurecido. Aquí tenemos a una familia imperfecta, marcada por la pérdida de Marc, el hijo fallecido, cuya ausencia sigue proyectándose sobre cada nuevo caso. Mateo, Lola, sus dos hijas y Ayala conforman un equipo que investiga no solo con técnica, sino también con intuición, empatía y mucha humanidad.

Un noir cálido y humano

Los viejos amores se aleja del thriller trepidante y se instala en un terreno más sutil y entrañable. Sin perder de vista la crítica social —sobre el abandono de los mayores, la desconfianza en las instituciones o la facilidad con la que la tecnología puede usarse para hacer daño—, la novela ofrece una mirada esperanzada sobre las relaciones humanas. No todo está perdido, parece decir Ribas; incluso en el engaño puede haber una oportunidad para comprenderse mejor.

Conclusión

Rosa Ribas vuelve a demostrar que el género negro no necesita de grandes conspiraciones para ser eficaz. Basta una buena historia, una voz narrativa honesta y personajes complejos que se parezcan a nosotros. Los viejos amores es una novela sobre el paso del tiempo, las emociones que resisten el olvido y la capacidad de reconstruirse a partir de las heridas. Una lectura altamente recomendable para quienes buscan intriga con alma y literatura con sensibilidad.

Una novela que recomiendo sin dudar. Mientras espero la siguiente entrega, aprovecharé para releer las anteriores, que hoy vuelven a resonar con fuerza.


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