En Los aerostatos (Anagrama, 2020), Amélie Nothomb juega con los temas que salpican su obra (la educación sentimental, la relación con el lenguaje, el poder de la inteligencia y la extrañeza como forma de resistencia) para crear una novela corta, ligera en su simplicidad, pero llena de reflexiones sobre el aprendizaje y cómo se transmite el conocimiento.


El personaje principal es Ange, una joven brillante pero socialmente torpe que trabaja como tutora privada de Pie, un adolescente de gran inteligencia con un intenso desinterés por la escuela. Lo que comienza como un ejercicio pedagógico rápidamente se convierte en un vínculo único en el que la complicidad intelectual y una forma comunicativa trascienden la práctica pedagógica convencional. Ambos personajes se identifican como «aerostatos» —seres que flotan por encima de su vida cotidiana, incapaces o resistentes a los marcos sociales establecidos a los que están moldeados.

Nothomb organiza la novela como una defensa de la lectura y el pensamiento crítico, en especial, a través de la literatura clásica. Los libros aparecen no solo como herramientas de aprendizaje, sino como refugios, armas y territorios de libertad. La autora cuestiona los sistemas educativos rígidos, la obsesión por la normalización y la desconfianza hacia la inteligencia precoz o excéntrica, proponiendo en su lugar una pedagogía basada en el diálogo, la pasión y la curiosidad. El estilo es el habitual de esta autora: prosa clara, ritmo ágil, discursos feroces e ironía interminable, que difumina pero nunca disminuye, la esencia de temas sociales como la soledad, el rechazo social o el miedo a la conformidad. La novela es alegre, pero no superficial.

Los aerostatos puede leerse como un himno al elitismo intelectual pensado no como vanidad, sino más bien como ser fiel a la propia idiosincrasia, y también como una reivindicación del maestro vocacional frente al burócrata de la enseñanza. No es la novela más oscura o controvertida de Nothomb, pero es una de las más accesibles y luminosas, perfecta para lectores primerizos o para aquellos que encuentran su inspiración en ficciones breves que surgen de un trasfondo ensayístico.

Es una novela que se lee rápido, pero cuya profundidad perdura. Me gusta la forma en que Amélie Nothomb logra condensar las ideas más complicadas en unas pocas páginas sin dar la impresión de que tiene prisa o superficialidad. Leo eso como que la concisión sirve al objetivo: nada es innecesario; todo está cuantificado y, por esa razón, fomenta la reflexión cuando se termina. Es un libro corto en longitud pero lleno de gran profundidad y poder.

En resumen, Los aerostatos es una pequeña novela de breve alcance pero con un gran propósito: una meditación sobre el conocimiento y la diferencia y la desesperada necesidad de contactar, aunque sea por un momento, con alguien que hable nuestro mismo lenguaje.


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