Santiago Eximeno es una de las voces más sólidas y reconocibles del microrrelato fantástico y de terror en lengua española. En Entrañables (Eolas Ediciones), el autor despliega una colección de textos breves que confirman su dominio de la narrativa mínima y su capacidad para convertir lo cotidiano en un espacio inquietante.


El título del libro ya plantea una paradoja fundamental. Lo “entrañable” remite a lo cercano, lo afectivo, lo doméstico; sin embargo, en estos relatos esa familiaridad se ve erosionada por una violencia latente, a menudo silenciosa. Eximeno no busca el sobresalto ni el terror explícito: su estrategia consiste en desplazar apenas la realidad, lo justo para que el lector perciba que algo no encaja del todo.

Los microrrelatos se pueblan de niños, animales, familias, gestos cotidianos y rutinas aparentemente inofensivas. Pero bajo esa superficie se filtra un horror íntimo, casi naturalizado. En muchos textos, lo monstruoso no irrumpe: ya estaba allí desde el principio. Esta normalización de lo anómalo es una de las claves del libro y uno de sus mayores logros narrativos.

Desde el punto de vista técnico, Entrañables se sostiene sobre una poética de la elipsis extrema. Eximeno elimina cualquier explicación innecesaria y confía en la inteligencia del lector para completar los vacíos del relato. El conflicto suele aparecer ya avanzado o revelarse en la última línea, lo que obliga a reconstruir mentalmente lo sucedido antes o después del texto. El verdadero relato, en muchos casos, ocurre fuera de la página.

El autor trabaja con una prosa limpia, sin ornamentos, donde cada palabra cumple una función precisa. La tensión no se construye mediante la acumulación descriptiva, sino a través del ritmo sintáctico, de la dosificación de la información y, sobre todo, del silencio. Lo que no se dice pesa tanto como lo explícito, y esa contención es la que genera una inquietud duradera.

Es significativo el uso de puntos de vista ingenuos o distanciados —a menudo infantiles— que narran hechos perturbadores con absoluta naturalidad. Este contraste entre tono y contenido intensifica el impacto emocional del texto y evita cualquier subrayado moral. Eximeno no juzga ni explica: expone.

Los finales, por lo general abiertos o abruptos, funcionan como desplazamientos de sentido más que como giros efectistas. Una última imagen o una frase mínima reconfiguran el relato y prolongan su efecto más allá de su brevedad material, dejando al lector con una sensación de incomodidad persistente.

Publicado por Eolas en una edición cuidada, Entrañables es un libro coherente en tono y atmósfera, donde cada microrrelato funciona de manera autónoma, pero también como parte de un universo narrativo reconocible. Es una lectura recomendable para quienes valoran el microrrelato como forma literaria exigente y no como simple curiosidad formal.

A mí, me han gustado en general y considero que estos relatos, como los poemas, reclaman una lectura reflexiva y activa, en la que el lector completa los huecos, interpreta las omisiones y asume un papel casi de coautor. Leerlos con rapidez sería perder su verdadera potencia: esa capacidad de permanecer, de incomodar y de resonar más allá de su mínima extensión.

Breve, incisivo y perturbador, Entrañables confirma que lo más cercano es, con frecuencia, el lugar donde anida el miedo más profundo.


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