En La hermandad del mal, la periodista e investigadora Cruz Morcillo nos introduce en uno de los casos más perturbadores y complejos de la crónica negra reciente en España. La desaparición y asesinato de dos mujeres, Lidia y Adriana, conectadas por un mismo lugar —un chalé en Majadahonda— y un sospechoso común, Bruno Hernández Vega, sirve como hilo conductor para adentrarnos no solo en los pormenores de un expediente policial sino también en una profunda reflexión sobre la violencia, la enfermedad mental, las deficiencias institucionales y la manera en que se conceptualiza y enfrenta el mal en nuestra sociedad.


Una reconstrucción periodística que prioriza la verdad

Lejos de caer en la especulación o el sensacionalismo tan frecuente en el género true crime, Morcillo aborda la narración desde el rigor del periodismo de investigación; utilizando fuentes directas de la Guardia Civil, documentos judiciales, testimonios y peritajes psicológicos, el autor ofrece una reconstrucción meticulosa que no solo detalla la cronología y el proceso judicial, sino que además contextualiza cada hallazgo y decisión dentro de la compleja red de factores implicados.

El relato describe con precisión minuciosa las desapariciones de Lidia y Adriana, las contradicciones del sospechoso —sus declaraciones inconexas y la construcción de una realidad paralela a través de la supuesta “Hermandad de la ER”— y el trabajo policial, desde la recogida de pruebas hasta la obtención de evidencias materiales, entre ellas una inquietante picadora industrial donde se encontraron restos biológicos que fueron clave en la resolución del caso.

El perfil del sospechoso: enfermedad mental y responsabilidad penal

Uno de los aspectos más inquietantes y controvertidos del libro es la figura de Bruno Hernández Vega, diagnosticado con esquizofrenia paranoide. En el momento de la investigación, el sospechoso reivindica su pertenencia a una entidad ficticia llamada Hermandad de la ER, lo que añade una dimensión psicológica profunda al caso.

El título de la obra juega con esta dualidad: por un lado, se refiere literalmente a esta delirante “hermandad” dentro de la mente del sospechoso, y por otro, a la idea más amplia y simbólica de cómo el mal puede conformar estructuras, justificarse y diluir responsabilidades en ámbitos más allá del individuo.

Morcillo plantea con acierto el debate sobre los límites entre la enfermedad mental y la responsabilidad penal, exponiendo la dificultad inherente a juzgar crímenes cometidos en contextos de trastornos psiquiátricos, y las implicaciones que esto tiene para la justicia y la sociedad.

Un true crime ético y sin morbo

En tiempos donde la crónica negra suele caer en la frivolidad o el amarillismo, La hermandad del mal destaca por una contención narrativa encomiable. La autora rehúye el morbo y los recursos innecesarios, confiando en la gravedad intrínseca del caso para mantener la tensión.

El respeto hacia las víctimas es palpable en todo momento. Ni Liria ni Adriana quedan reducidas a meros datos o estadísticas; sus historias, sus contextos y sus memorias están cuidadas y humanizadas, otorgándoles el lugar central que merecen.

De igual manera, el autor no elude abordar críticamente las deficiencias del sistema: cómo ciertos fallos institucionales —desde la prevención hasta la supervisión de personas con historial psiquiátrico— pueden permitir que situaciones de riesgo se prolonguen, con consecuencias trágicas.

Técnica narrativa: claridad, rigor y divulgación

Morcillo domina la narración en true crime con una estructura cronológica diseñada con cuidado, lo que facilita al lector seguir el desarrollo del caso sin perderse en tecnicismos ni discursos abstractos.

El lenguaje es sobrio y preciso, característico del buen periodismo, y se esfuerza en ofrecer el contexto necesario para que cualquier persona pueda entender las complejidades del proceso judicial y psicológico sin pensar que se enfrenta a información inaccesible.

La integración de fuentes policiales, judiciales y psicopatológicas está tratada con un espíritu divulgativo que enriquece la lectura, aportando profundidad sin sacrificar la fluidez del texto.

Asimismo, el ritmo narrativo es sostenido, propio del reportaje largo, logrando mantener la atención sin necesidad de inventar giros narrativos artificiales o exagerar los hechos.

Reflexiones profundas sobre el mal, la justicia y la sociedad

Más allá del relato del caso particular, La hermandad del mal invita a la reflexión sobre cuestiones éticas y sociales de gran calado:

¿Hasta dónde llega la responsabilidad individual cuando actúa una enfermedad mental grave?
¿Cómo debería la justicia lidiar con crímenes cometidos en tales contextos?
¿Cuáles son los límites entre condena penal, tratamiento médico y protección social?
¿Qué fallos del sistema permiten que situaciones de violencia e inseguridad se prolonguen sin una intervención eficaz?
Son preguntas que el libro no responde de modo absoluto, sino que plantea con honestidad, favoreciendo una lectura crítica y una reflexión necesaria, lejos de simplificaciones o prejuicios.

Conclusión


La hermandad del mal es una obra destacada dentro del true crime español, que demuestra cómo el periodismo puede profundizar en la construcción de relatos complejos, respetuosos y éticamente responsables.

Cruz Morcillo ofrece un trabajo de investigación minucioso, rodeado de sentido humano y compromiso social, que no solo informa sobre un caso criminal, sino que desafía al lector a pensar sobre la naturaleza del mal, sus manifestaciones y cómo enfrentarlo desde múltiples perspectivas.

Recomendado para quienes buscan un enfoque serio y maduro sobre la criminología real, el periodismo de sucesos contrastado y las narrativas que vuelven humanamente comprensibles incluso los aspectos más oscuros de nuestra realidad.


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