Hay autores a los que uno regresa como quien vuelve a un lugar conocido. Christian Jacq es, para mí, uno de ellos. He leído numerosos libros suyos —muchos, quizá más de los que recuerdo con exactitud— y, sin embargo, cada reencuentro con su obra produce la misma sensación: la de entrar de nuevo en el Antiguo Egipto con la certeza de que voy a disfrutar del viaje.
Jacq no es solo un novelista histórico. Es, ante todo, un narrador que ha sabido convertir una civilización compleja y lejana en un espacio literario habitable para el lector contemporáneo. Sus novelas no se leen solo por la trama, sino por el mundo que despliegan.
Egipto como universo narrativo
Una de las mayores virtudes de Christian Jacq es que Egipto en sus libros no es un telón de fondo exótico en aislamiento. Es un universo coherente, definido por sus propias leyes morales, religiosas y políticas. Hay un profundo conocimiento de la egiptología detrás de cada historia, pero también un fuerte deseo de contar, un deseo de seducir al lector sin abrumarlo.
En sus novelas, hay faraones, sacerdotes, escribas, artesanos y jueces, y lo que queda no son solo los títulos, sino también las personas. Personajes que dudan, aman, cometen errores, conspiran o intentan hacer lo correcto en un mundo donde el poder está íntimamente ligado a lo sagrado.
Leer a Jacq: una experiencia reconocible
He leído varias de sus sagas —Ramsés, La Piedra de Luz, El Juez de Egipto, La Trilogía de Osiris— y en cada una detecto un patrón que no encuentro repetitivo sino reconfortante. Jacq escribe con claridad, sin florituras estilísticas, pero con gran efectividad narrativa. Sus capítulos suelen ser breves, su ritmo constante; siempre hay una intriga que te empuja a seguir leyendo.
No es un autor en busca de la sorpresa formal —busca la lealtad del lector. Y lo logra. Cuando se abre una novela de Christian Jacq, uno puede intuir lo que está a punto de desplegarse ante ellos, en cierto sentido: historia, misterio, poder y espiritualidad, junto con un profundo respeto por la civilización que retrata.
Más allá de la novela histórica
Aunque se le suele enmarcar dentro de la novela histórica, creo que Jacq va un poco más allá. En sus libros, siempre hay una reflexión sobre el poder y la responsabilidad, de la justicia, del equilibrio, del deber moral. Ideas como maat —orden, armonía— no son solo elementos culturales sino ejes narrativos.
Y quizás por eso sus novelas no envejecen mal. Más allá de ese contexto histórico, hablan de conflictos humanos universales: la ambición, la lealtad, la traición, el miedo a perder lo que uno ama.
Un autor al que siempre apetece volver
Christian Jacq no es un fenómeno nuevo, ni es una moda pasajera. Es un autor profundo, con una larga trayectoria, uno de esos que lleva a los lectores a través de etapas completas de su lectura. Para aquellos de nosotros que hemos leído muchos de sus libros, su obra sirve como algo así como una biblioteca personal dentro de la biblioteca.
Volver a Jacq es regresar a Egipto, claro, pero también regresar a una forma de narrar clara, sólida y honesta, que no promete más de lo que ofrece, y precisamente por eso siempre cumple.
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