Premio Nobel de Literatura 2025
Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río es uno esos libros difíciles de leer, que más parece una formula matemática. En esta breve pero exigente obra, László Krasznahorkai —reciente ganador del Premio Nobel de Literatura 2025— nos invita a adentrarnos en un espacio suspendido entre lo real y lo contemplativo: un monasterio japonés escondido en las colinas al sureste de Kioto, donde cada objeto, cada forma y cada sombra parecen guardar un sentido oculto.
El punto de partida es simple: un viajero llega a ese lugar apartado y observa. A partir de ahí, la narración se convierte en una exploración minuciosa del entorno —el jardín, los estanques, las pagodas, los senderos—, hasta que la descripción misma reemplaza la acción. No hay conflicto ni desenlace; lo que importa es la mirada, la atención absoluta a lo mínimo. Krasznahorkai transforma el paisaje en un texto en movimiento, donde la arquitectura humana y la naturaleza se funden sin jerarquías.
Su estilo está hecho de frases largas, cadenciosas y envolventes. que deja paso a una calma casi zen. Se percibe la influencia de la estética japonesa del wabi-sabi, esa idea de la belleza en lo simple, lo imperfecto y lo efímero. Leer este libro es entrar en un ritmo diferente, más lento, donde cada palabra funciona como una pincelada sobre un lienzo vacío.
Desde un punto de vista objetivo, Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río es una obra breve, cercana a la prosa poética, sin personajes definidos ni trama tradicional. Su valor radica en la coherencia entre forma y contenido: el lenguaje, el ritmo y la estructura sirven a una misma intención estética. Es una meditación literaria sobre la percepción, el silencio y el orden del mundo.
Por eso mismo, no es una lectura para todos. Quien busque una historia con desarrollo y tensión argumental puede sentirse desorientado. Pero quienes se dejen arrastrar por su cadencia hallarán una experiencia de rara belleza: la de un autor que, en lugar de narrar acontecimientos, nos enseña a mirar. Krasznahorkai convierte el acto de leer en una práctica contemplativa, un ejercicio de paciencia y atención.
Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río no se devora; se lee despacio, con respeto. Es un libro que invita a detenerse, a escuchar el silencio y a reconocer que, incluso en la quietud, la literatura puede seguir siendo intensa y reveladora.
Por mi parte haré un segundo intento con otra obra.
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