¿Qué pasaría si un día te encontraras con alguien exactamente igual a ti? No hablamos de un hermano gemelo, sino de un otro yo que parece llevar tu misma cara, tu misma voz, tu misma vida. Esa imagen inquietante ha obsesionado a la literatura desde hace siglos y se conoce como el motivo del doble o el “doppelgänger”.

El doble puede ser un reflejo oscuro, una versión reprimida de uno mismo, un fantasma del pasado o incluso una posibilidad no vivida. Hoy en día lo vemos en películas como Enemy (basada en la novela de Saramago), series como Black Mirror o incluso en videojuegos donde el jugador crea avatares que son, de algún modo, duplicaciones de sí mismo. Pero la literatura ya exploraba estas preguntas mucho antes.

Dostoievski y la paranoia de El doble

En 1846, Fiódor Dostoievski imaginó a Goliadkin, un funcionario que se ve acosado por un hombre idéntico a él que empieza a suplantarlo en todos los ámbitos de su vida. Lo que podría parecer una historia fantástica es, en realidad, una radiografía de la ansiedad moderna: el miedo a ser irrelevante, a ser reemplazado, a que otro viva nuestra vida mejor que nosotros.

¿No nos pasa algo parecido hoy, en la era de las redes sociales, cuando comparamos nuestra vida con la de “otros yoes” más exitosos que vemos en la pantalla?

Stevenson y la lucha moral de Dr. Jekyll y Mr. Hyde

Robert Louis Stevenson llevó el desdoblamiento al terreno de la moral. En pleno Londres victoriano, el doctor Jekyll crea una pócima que libera a su lado más oscuro, Mr. Hyde.

Este clásico de 1886 anticipa preguntas que siguen vigentes: ¿qué máscara mostramos en sociedad y qué deseos reprimimos en privado? En el fondo, todos tenemos algo de Jekyll y de Hyde. Basta pensar en cómo construimos diferentes versiones de nosotros mismos en Instagram, LinkedIn o TikTok: respetables en un lado, desinhibidos en otro.

Borges y el espejo del tiempo en El otro

En El otro (1972), Borges se encuentra consigo mismo: un Borges anciano conversa con un Borges joven. Aquí el desdoblamiento no es físico ni moral, sino temporal.

La pregunta que plantea el relato sigue siendo universal: ¿somos la misma persona a los 20, a los 40 o a los 70? Hoy lo experimentamos al mirar fotos antiguas: vemos a alguien que éramos nosotros… pero que ya nos resulta un extraño.

Cortázar y la inquietud existencial de “Lejana”

En “Lejana” (1944), una mujer en Buenos Aires siente un vínculo inexplicable con una mendiga en Budapest. Ese doble encarna lo que ella reprime: la vida de carencia y dolor que su clase social le ha permitido evitar.

En tiempos actuales, este cuento resuena cuando pensamos en nuestras “vidas posibles”: la versión de nosotros que habría existido si hubiéramos nacido en otra ciudad, con menos recursos, con otras oportunidades. Somos, de algún modo, dobles lejanos de quienes nunca fuimos.

Saramago y la identidad en juego en El hombre duplicado

Ya en el siglo XXI, José Saramago publicó El hombre duplicado (2002), donde un profesor descubre en una película a un actor idéntico a él. Su búsqueda del doble desemboca en una historia que cuestiona la unicidad de la identidad.

La novela tuvo incluso una adaptación cinematográfica: Enemy (2013), dirigida por Denis Villeneuve y protagonizada por Jake Gyllenhaal. Allí el desdoblamiento se vive con el tono inquietante de un thriller psicológico, demostrando que este motivo sigue siendo fértil en la cultura contemporánea.

Conclusión: dobles de ayer y de hoy

Desde Dostoievski hasta Saramago, pasando por Stevenson, Borges y Cortázar, el doble ha sido metáfora de nuestras sombras, de lo reprimido y de la fragilidad del yo. Pero su vigencia no es solo literaria: hoy lo vemos en la cultura digital, en la inteligencia artificial que “clona” voces e imágenes, en los avatares que creamos para representarnos en mundos virtuales.

Quizá por eso el motivo del doble nunca pasa de moda: porque todos sospechamos, al mirarnos en el espejo —o en la pantalla—, que detrás hay otro yo que también nos está observando.


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