Una fábula oscura sobre el poder, contada como si tú estuvieras allí
Adrian Tchaikovsky, autor británico prolífico y multipremiado, se atreve en Ogros (Dolmen Editorial, 2025) con un experimento narrativo poco habitual: una novela breve que mezcla fantasía feudal, distopía tecnológica y alegoría política, todo contado en segunda persona. El resultado es un relato inmersivo que interpela al lector de forma directa, como si fuera él —sí, tú— quien estuviera viviendo la historia.
“Tú levantas la cabeza. Tú ves al ogro. Tú no apartas la mirada.”
Así empieza Ogros, la novela corta de Adrian Tchaikovsky que no te deja leer desde la comodidad de un espectador, sino que te obliga a caminar, decidir y luchar en la piel de su protagonista. Una fábula de poder y desigualdad donde la segunda persona no es un truco estilístico, sino un arma que apunta directo al lector.
La trama sigue a Torquell, hijo del jefe de una aldea en un mundo dominado por criaturas enormes: los ogros. Estos seres, físicamente imponentes y tecnológicamente superiores, gobiernan con una mezcla de fuerza bruta y opulencia insultante. El orden social parece inmutable… hasta que Torquell desafía al hijo del señor ogro. Ese acto de insubordinación desencadena una cadena de acontecimientos que lo llevan a descubrir los cimientos secretos del poder ogro: un entramado de ciencia prohibida, explotación sistemática y violencia cuidadosamente administrada.
Lo que empieza como una historia de rebelión rural se va expandiendo hacia un relato de revolución, descubrimiento y desengaño, con un clímax que reconfigura por completo la percepción inicial del mundo narrado.
Técnica narrativa: la segunda persona como inmersión total
Lo primero que llama la atención en Ogros es que está narrada en segunda persona del singular. Este es un recurso poco habitual en la narrativa comercial porque implica un riesgo: el lector puede sentirse incómodo si no se identifica con el “tú” protagonista. Sin embargo, Tchaikovsky lo utiliza con maestría.
- Inmersión inmediata: desde la primera línea, el lector no es un observador, sino el actor principal. No se te cuenta lo que le pasa “a Torquell”: se te dice lo que haces, sientes y decides. Esto crea un vínculo emocional directo y una sensación de urgencia narrativa.
- Participación forzada: la segunda persona elimina la distancia de la tercera y la comodidad de la primera. No puedes “escaparte” a mirar desde fuera: todo te implica.
- Ritmo y oralidad controlada: el narrador mantiene un flujo casi confesional, como si te estuviera relatando tu propia vida en tiempo pasado inmediato. Esta cadencia recuerda a la tradición oral, pero con la precisión estructural de la prosa moderna.
- Efecto especular: a medida que la trama avanza, el “tú” se convierte en un espejo incómodo para el lector, que termina cuestionándose sus propias nociones sobre obediencia, privilegio y justicia.
Este estilo no es gratuito: al tratarse de una fábula sobre el poder y la desigualdad, la segunda persona coloca al lector en una posición de responsabilidad moral. No basta con juzgar a Torquell: eres tú quien actúa, y eso añade un peso ético a cada decisión.
Fusión de géneros y capas de lectura
Aunque arranca con el tono y la ambientación de una fantasía medieval —aldeas, señores feudales, castillos—, la novela va incorporando elementos propios de la ciencia ficción: biotecnología, ingeniería genética, y un sistema de control social que combina brutalidad con manipulación sutil.
Esta mezcla le permite a Tchaikovsky desplegar una alegoría de la lucha de clases:
- Los ogros representan a una élite cuyo poder se justifica con un relato de superioridad natural.
- Los humanos son relegados a mano de obra barata, con la obediencia grabada en su cultura.
- La revelación final obliga a reinterpretar todo lo leído, en clave política y tecnológica.
En paralelo, hay una crítica al belicismo: las batallas no se narran como gestas heroicas, sino como maniobras frías, casi estadísticas, donde las vidas humanas se cuentan como recursos desechables.
Fortalezas
- El uso impecable de la segunda persona, que logra implicar al lector sin forzar la credibilidad.
- La progresión dramática: de un microcosmos rural a una visión global del sistema de opresión.
- El equilibrio entre lo breve y lo intenso: en menos de 170 páginas, condensa un mundo complejo y un arco narrativo completo.
En resumen
Ogros es una novela corta, pero no ligera. Es un experimento narrativo que triunfa gracias a su dominio de la voz, su capacidad para mezclar géneros y su voluntad de hacer que el lector se vea como protagonista de una injusticia sistémica.
No es solo una historia de ogros y aldeanos: es un espejo incómodo donde lo fantástico sirve para hablar de lo real. Y si aceptas el reto de la segunda persona, es probable que no vuelvas a leer del mismo modo las fábulas de opresión y rebelión.
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