El invierno llega a Santa Rita… y con él, la despedida que no queríamos leer.
Hay libros que se terminan y uno cierra la última página con una sonrisa melancólica. Cita con la muerte es eso: el final d e un viaje literario que empezó con la primavera y que, estación tras estación, nos ha acompañado con misterio, ternura, secretos y una galería de personajes que ya sentimos como propios. Esta cuarta entrega de la saga de Santa Rita pone el broche perfecto a una historia coral y envolvente, construida con mimo por una narradora en estado de gracia: Elia Barceló.
La serie comenzó en 2022 con Muerte en Santa Rita, una historia primaveral con aroma a Agatha Christie donde todos eran sospechosos y el crimen servía como excusa para entrar en la vida de un grupo muy peculiar de residentes. Le siguió Amores que matan (2023), ambientada en verano, donde ya conocíamos desde el inicio a los culpables, pero lo interesante era entender sus motivaciones. El otoño trajo La soga de cristal (2024), un relato más sombrío y psicológico, cercano al universo de Patricia Highsmith. Cada libro tiene su propia trama, pero el crecimiento emocional de los personajes y la evolución de sus relaciones solo se disfruta plenamente si se leen en orden. Cita con la muerte (2025) llega como ese esperado invierno que cierra el ciclo, revelando por fin todos los misterios, especialmente los ligados a la familia Montagut, fundadora del balneario.
Esta vez, el escenario es un Santa Rita invernal, más recogido, más introspectivo, como si el propio lugar se preparara para el cierre de ciclo. La nieve, el frío, el paso del tiempo: todo se siente simbólicamente más cargado. Una mujer confiesa haber matado a su exmarido —un productor de cine con más sombras que luces—, pero la inspectora Lola Galindo no se queda conforme. El excomisario Robles también intuye que algo más oscuro se está gestando entre las paredes de lo que considera su hogar. Y Greta, la sobrina de Sofía, termina de tirar del hilo que llevaba tres novelas tensándose: el misterio que envuelve a los fundadores de Santa Rita, los Montagut.
Lo que más me ha gustado de este libro es que Elia Barceló no solo se ha limitado a resolver tramas. Ha conseguido que todo cobre sentido: cada secreto, cada gesto, cada mirada al pasado. La alternancia entre presente y pasado sigue funcionando con precisión, pero aquí, por primera vez, he sentido que la historia del pasado —la que desvela el origen de la llamada «maldición»— me atrapaba tanto o más que la investigación policial del presente.
Elia maneja el suspense con elegancia, sin prisas, dosificando la información como quien desvela capas de una cebolla. Los diálogos, verosímiles y cargados de tensión contenida, y las descripciones, siempre eficaces pero no recargadas, contribuyen a crear una atmósfera envolvente. La autora se permite también algunas reflexiones sobre el paso del tiempo, la maternidad, las relaciones de poder y la fragilidad de las construcciones familiares.
Aunque no se trata de una novela negra al uso, sí hay ecos de Agatha Christie, especialmente el título, y de aquellas narraciones en las que un crimen sirve para iluminar el verdadero carácter de los presentes. Santa Rita, con su aislamiento temporal y simbólico, funciona como una especie de caja de resonancia donde todo se intensifica.
También me emociona cómo Barceló sigue apostando por personajes femeninos de todas las edades y con voz propia. En Santa Rita conviven mujeres jóvenes, maduras y ancianas, y cada una aporta una visión diferente del mundo, de la vida, de la muerte. No hay jerarquías: cada una importa. Es un canto a la diversidad de la experiencia femenina, a esa solidaridad intergeneracional que pocas veces se retrata con tanta calidez y sin paternalismo.
Narrativamente, la novela mantiene el equilibrio justo entre introspección, tensión e intriga. Hay momentos de gran ritmo, giros bien plantados y una escritura cuidada, envolvente, muy fiel al estilo Barceló: clara, elegante, emocional sin caer en el exceso. Me cuesta encontrarle pegas. Es de esas novelas en las que todo parece fluir con naturalidad, pero sabes que detrás hay mucho trabajo invisible.
¿Lo recomendaría? Absolutamente, pero con una advertencia: leed la saga en orden. Aunque cada libro tiene su propia historia cerrada, lo que de verdad construye el alma de esta serie son los lazos entre personajes, sus pequeñas (y grandes) evoluciones, las conexiones sutiles entre sus historias. Y ese efecto solo se consigue si se empieza por Muerte en Santa Rita y se avanza estación tras estación.
Al cerrar este libro sentí una mezcla extraña de satisfacción y tristeza. Porque sí, Cita con la muerte es el final perfecto, pero también significa decir adiós a ese rincón mágico del Mediterráneo, a esos jardines que siempre olían a flores, a esas sobremesas llenas de complicidades, a esos secretos enterrados bajo años de silencio. Me habría encantado volver, una vez más. Pero entiendo que es el momento de dejar que los personajes sigan su vida —y nosotros, la nuestra— con la sensación de haber compartido algo íntimo y especial.
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