Hay libros que uno lee con el corazón encogido y la admiración creciendo a cada página. La Asturianita, de Pilar Sánchez Vicente, ha sido uno de ellos. No solo por la figura conmovedora y sorprendente de Regina García López —una mujer sin brazos que aprendió a vivir con los pies, a escribir, pintar, coser, conducir, tocar instrumentos y viajar por el mundo ofreciendo espectáculos—, sino por la manera en que la autora ha sabido contar su historia: con respeto, con fuerza y, sobre todo, con inteligencia literaria.
Un rescate del olvido con alma de novela
La novela parte de un impulso muy claro: rescatar a una mujer olvidada por la historia oficial. Y eso ya es, de por sí, un acto político. Pero lo que convierte La Asturianita en una lectura literariamente rica es su enfoque narrativo. Sánchez Vicente no opta por el simple documento ni por el sentimentalismo fácil. En su lugar, construye un relato polifónico y bien armado, que alterna la historia principal de Regina con otra línea narrativa más contemporánea: la de otra Regina —Regina García García—, una mujer gallega que también sufrió la represión durante la Guerra Civil y coincidió con la protagonista en la cárcel de Ventas.
Técnica narrativa: verdad y verosimilitud
Desde el punto de vista técnico, la novela es un ejemplo de cómo se puede ficcionar lo real sin traicionarlo. Sánchez Vicente ha hecho un trabajo exhaustivo de documentación, pero no ha caído en la tentación de convertirlo en un ensayo. Los huecos de la historia —inevitables en una figura tan poco estudiada— se cubren con imaginación, sí, pero también con intuición narrativa: la autora sabe dónde detenerse, dónde sugerir en lugar de explicar, y cómo hacer que lo verosímil suene más verdadero que lo probado documentalmente.
El narrador omnisciente —discreto pero eficaz— se desplaza con naturalidad entre lo íntimo y lo social, entre la épica y lo cotidiano. En algunos tramos, hay un uso muy sutil del estilo indirecto libre, que permite entrar en la psicología de los personajes sin renunciar a la distancia narrativa. Las descripciones son precisas y vívidas, sin grandilocuencias; los diálogos, escuetos y eficaces.
Un ritmo pausado que respeta la memoria
El ritmo de la novela es pausado, pero no lento: hay una cadencia de crónica vital que encaja con el tono de homenaje y de reconstrucción. No se trata de una trama vertiginosa ni de un relato de acción, sino de una historia que avanza a través de episodios, como si fuéramos hojeando un álbum de fotos comentado con afecto y respeto. Esa estructura fragmentaria —en parte inevitable por el tipo de historia— se convierte aquí en un recurso que potencia la lectura emocional y simbólica.
La emoción sin artificio
Lo que más me ha impresionado como lectora es el modo en que la autora logra emocionar sin forzar la lágrima. Regina, con su cuerpo herido y su voluntad indomable, no es un personaje para compadecer, sino para admirar. La escritura se sitúa siempre al servicio de su dignidad, incluso cuando la retrata en los momentos más duros: la amputación, el aprendizaje forzado, la exhibición pública, la cárcel.
Y en paralelo, la historia de la otra Regina (la presa política) permite tender un puente entre generaciones de mujeres silenciadas, en una especie de tejido coral de la memoria femenina y resistente.
Una lectura necesaria
Leer La Asturianita me ha hecho pensar en cuántas historias como esta siguen sin contarse. Es un libro que invita a la reflexión, al descubrimiento, a mirar de nuevo hacia las biografías periféricas que no encajan en los márgenes de los manuales de historia. Pero también es una lección de escritura: sobre cómo construir una novela biográfica sin caer en el panfleto ni en el melodrama. Sobre cómo escribir con rigor y emoción a la vez.
En resumen
La Asturianita es una novela que combina una protagonista inolvidable con una arquitectura narrativa sólida, documentada y literaria. Pilar Sánchez Vicente demuestra aquí su madurez como narradora y su compromiso con las historias que importan. Una lectura que conmueve, informa, y sobre todo, inspira.
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