“Yo no soy un monstruo”, dice Humbert Humbert en Lolita. Pero el lector pronto sospecha que sí lo es. ¿Por qué creemos, dudamos o desconfiamos de quien nos cuenta la historia? ¿Y por qué nos fascina tanto que nos mientan en la ficción?
¿Qué es un narrador no confiable?
El narrador no confiable (o unreliable narrator, en la crítica anglosajona) es aquel que no cuenta la verdad completa. Puede mentir deliberadamente, tener lagunas de memoria, distorsionar la realidad por sus prejuicios o simplemente no entender lo que está viviendo. A veces lo sabemos desde el principio; otras, lo descubrimos tarde —y entonces todo el relato se reconfigura en nuestra mente.
Wayne C. Booth acuñó el término en 1961, pero la figura del narrador no confiable es mucho más antigua. Pensemos en el tartufo que exagera, en el loco shakespeariano, en el pícaro que disfraza su egoísmo de astucia. La diferencia es que la literatura contemporánea ha convertido esa voz ambigua en una poderosa herramienta narrativa.
¿Por qué nos gustan?
Porque nos obligan a participar. El lector se vuelve detective, juez o cómplice. En vez de recibir una historia cerrada, debe reconstruir los hechos, leer entre líneas, imaginar lo que realmente ocurrió. La desconfianza, en este caso, es productiva: nos hace dudar de la historia y, a veces, también de nosotros mismos.
Además, el narrador no confiable toca un nervio muy contemporáneo: vivimos en una era de verdades fragmentadas, de relatos contradictorios, de subjetividades múltiples. ¿Qué es la verdad? ¿Quién puede contarla?
Algunos ejemplos inolvidables
- Humbert Humbert en Lolita (Vladimir Nabokov): refinado, culto, seductor… y profundamente manipulador. Su relato está tan bien construido que el lector, por momentos, casi olvida que está oyendo a un depredador justificar sus crímenes.
- Nick Carraway en El gran Gatsby (F. Scott Fitzgerald): parece honesto, pero su relato está teñido por la fascinación que siente por Gatsby. ¿Omite datos por lealtad? ¿Idealiza ciertos momentos?
- Patrick Bateman en American Psycho (Bret Easton Ellis): su relato oscila entre la confesión y la alucinación. ¿Es un asesino en serie o todo es producto de su mente enferma? La novela nunca da una respuesta clara.
- Rachel en La chica del tren (Paula Hawkins): alcohólica, con lagunas de memoria y una autoestima hecha trizas. Su visión del mundo es tan distorsionada como la verdad que busca descubrir.
- Briony Tallis en Expiación (Ian McEwan): quizá uno de los casos más sutiles y complejos. Una niña comete un error irreparable… y años después trata de narrarlo para redimirse. Pero ¿es su reconstrucción honesta o también está manipulada?
Tipos de narradores no confiables
- El mentiroso consciente: manipula al lector de forma activa. Suelen ser cínicos, embusteros o perversos.
- El ingenuo: no miente, pero no comprende del todo lo que está contando. Suelen ser niños, personas con discapacidad o personajes que interpretan mal lo que viven.
- El loco: su visión está deformada por una enfermedad mental, un trauma o una percepción alterada de la realidad.
- El borracho o drogado: como Rachel, su percepción es limitada o distorsionada por su estado físico y emocional.
- El narrador que se corrige a sí mismo: duda, rectifica, se contradice. Su propio discurso es una pista de que no debemos creerlo del todo.
¿Y en español?
La literatura hispanoamericana y española también tiene sus ejemplos:
- El narrador de El túnel (Ernesto Sabato): un asesino que se justifica a sí mismo y construye un relato casi paranoico.
- Macario de Los cachorros (Mario Vargas Llosa): un joven castrado que vive al margen de los códigos masculinos de su entorno; su narrador coral es ambiguo y parcial.
- La verdad sobre el caso Savolta (Eduardo Mendoza): mezcla de documentos, versiones contradictorias y un narrador que juega al despiste.
- Nada (Carmen Laforet): ¿es Andrea una observadora lúcida de un entorno tóxico o también está afectada por lo que vive y se convierte en una narradora emocionalmente distorsionada?
Una herramienta para narrar la ambigüedad
El narrador no confiable no es un simple truco. Es una manera de mostrar que la realidad es compleja, que el lenguaje puede esconder tanto como revela y que, a veces, lo que más dice un personaje es lo que calla.
En tiempos de posverdad, redes sociales y discursos contradictorios, el narrador no confiable es, quizá, el más sincero de todos: nos recuerda que toda historia es siempre una versión.
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