Un 18 de junio de 1982 fallecía John Cheever, uno de los escritores más incisivos y elegantes de la literatura estadounidense del siglo XX. Autor de relatos magistrales y novelas complejas, Cheever supo capturar como pocos la tensión latente en los suburbios de Estados Unidos, ese espacio tan prometedor como claustrofóbico donde se cocinaban los sueños rotos de la clase media. Su prosa, al mismo tiempo luminosa y melancólica, lo ha consagrado como un maestro del cuento moderno.
Una vida entre contradicciones
John Cheever nació en 1912 en Quincy, Massachusetts, en el seno de una familia acomodada que pronto conocería el declive económico y emocional. Expulsado del instituto por bajo rendimiento, su juventud transcurrió entre empleos precarios y una férrea autodisciplina literaria. Publicó su primer cuento en The New Republic con solo 17 años, y a partir de ahí fue construyendo una sólida carrera, colaborando con revistas como The New Yorker, que sería su casa literaria durante décadas.
Pero bajo la imagen del respetado padre de familia y escritor de prestigio, Cheever libraba una batalla silenciosa contra el alcoholismo, la depresión y su compleja relación con la sexualidad. Su diario personal, publicado póstumamente, reveló un mundo interior plagado de conflictos, contradicciones y búsquedas personales que no siempre asomaban en su obra, pero que la alimentaban de forma subterránea.
El maestro del relato corto
Cheever fue, ante todo, un cuentista excepcional. Su estilo elegante, irónico y profundamente humano se despliega en colecciones como La radio enorme (1953), El ladrón de Shady Hill (1958) o la monumental Los cuentos de John Cheever (1978), por la que recibió el Premio Pulitzer y que hoy sigue siendo una puerta de entrada imprescindible a su universo literario.
En estos relatos se percibe una fascinación por los ritos sociales del suburbio, por las fisuras del matrimonio, las máscaras de la vida cotidiana y los impulsos que escapan al control de una sociedad ordenada. Cuentos como “El nadador”, “Adiós, hermano mío” o “El marido rural” revelan el desconcierto existencial de personajes atrapados en una vida que no comprenden del todo, o que ya no les satisface.
La novela como espejo distorsionado
Aunque fue menos prolífico como novelista, Cheever escribió obras notables como Crónica de los Wapshot (1957), ganadora del National Book Award, su secuela El escándalo de los Wapshot (1964), y sobre todo Falconer (1977), una novela más oscura y experimental que refleja con crudeza la vida en prisión y las tensiones internas del protagonista. Falconer sorprendió a crítica y público por su tratamiento más abierto de la homosexualidad y por su tono introspectivo, que marcaba un cambio respecto al Cheever más clásico.
Legado y vigencia
John Cheever murió en 1982, víctima de un cáncer, pero dejó una obra perdurable que sigue atrayendo a lectores y estudiosos. Su influencia se percibe en autores posteriores como Raymond Carver, Richard Ford o Jonathan Franzen. Fue uno de los primeros en mostrar que el idilio suburbano podía esconder una angustia existencial comparable a la de cualquier tragedia griega. Sus cuentos, lejos de ser meras postales de la vida estadounidense, son pequeñas bombas de relojería que estallan con silenciosa intensidad.
En un mundo cada vez más cínico, la mirada compasiva y crítica de Cheever continúa iluminando las zonas grises de nuestras aspiraciones. En el aniversario de su muerte, vale la pena regresar a su obra, donde aún resuenan las preguntas que nadie quiere formular, pero que todos llevamos dentro.
Recomendaciones para iniciarse en John Cheever
- Los cuentos de John Cheever (The Stories of John Cheever, 1978)
La mejor puerta de entrada a su mundo. Más de 60 relatos que resumen toda su maestría narrativa. - La radio enorme (The Enormous Radio, 1953)
Primera colección de cuentos publicada. Incluye relatos inquietantes, irónicos y profundamente humanos. - El ladrón de Shady Hill (The Housebreaker of Shady Hill, 1958)
Otra excelente selección de cuentos con ese equilibrio entre lo cotidiano y lo perturbador. - Crónica de los Wapshot (The Wapshot Chronicle, 1957)
Su primera novela, galardonada y más luminosa, con tintes autobiográficos y una mirada satírica a la familia. - Falconer (1977)
Una de sus novelas más intensas. Oscura, introspectiva, poderosa. Perfecta para quienes buscan al Cheever más profundo.
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