Hay libros que parecen llegar en el momento justo, aunque hablen de un pasado que no es el tuyo. Eso me ha ocurrido con Una casa en La Ciudad, la última novela gráfica de Ilu Ros. No viví en Londres, ni emigré tras la crisis del 2008, pero mientras leía este libro sentí que comprendía, desde un lugar muy íntimo, lo que implica buscarse lejos de casa, reinventarse y mirar atrás con otros ojos.
Ilu Ros (Murcia, 1985) es ilustradora, artista visual y narradora gráfica. Se dio a conocer con Cosas nuestras (Lumen, 2020), donde retrató a mujeres que han marcado la cultura popular, y confirmó su voz propia con Federico (Lumen, 2021), una biografía visual y emocional de García Lorca que combinaba investigación, sensibilidad artística y una mirada muy personal. Su estilo combina dibujo, collage, escritura manuscrita y color con un sello reconocible: lo emocional, lo político y lo íntimo conviven sin fricción en sus páginas. Con Una casa en La Ciudad (Lumen, 2025), Ros da un giro más introspectivo y autobiográfico, sin renunciar a su enfoque comprometido ni a la belleza de lo visual.
La historia arranca con un regreso. En 2023, Ilu vuelve a Londres, ciudad en la que vivió años atrás, cuando apenas tenía mil euros en el bolsillo y el sueño (tan español, tan frágil) de trabajar “de lo suyo”. Alternando dos líneas temporales —una para el presente, otra para aquel 2011 de incertidumbres—, nos cuenta cómo fue ese salto al vacío y lo que queda de él más de una década después. Lo hace con su estilo habitual: una mezcla de ternura, lucidez y crudeza, sin adornos innecesarios.
La lectura me tocó por cómo aborda el desarraigo. No desde el drama sobreactuado, sino desde la cotidianidad: los empleos que rozan lo indigno, los vínculos que se tensan a distancia, la sensación constante de estar a medio hacer. Pero también hay humor, resiliencia, momentos de belleza en lo pequeño. No es una historia de éxito, y, por eso, resuena tanto. Porque, como bien dice la propia Ros en entrevistas recientes, no quiso hacer un libro bonito, sino verdadero.
Gráficamente, el libro es una delicia. El trazo suelto, los colores terrosos, los collages que se cuelan entre páginas… todo contribuye a crear una atmósfera emocional, cambiante, viva. Las ilustraciones no acompañan el texto: lo expanden, lo matizan. Hay páginas que bastan por sí solas para contar lo que muchas novelas no logran en cien.
Más allá del retrato generacional, Una casa en La Ciudad es un libro sobre el paso del tiempo, sobre cómo cambiamos (o no) y sobre la necesidad de recordar quiénes fuimos, aunque nos duela. Lo recomiendo a quienes buscan lecturas con alma, con sinceridad, con cicatrices. A quienes alguna vez se han sentido lejos incluso de sí mismos.
Un libro para volver. A una ciudad, a una versión pasada de ti, a la necesidad de contarlo todo para no olvidarlo.
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