Qué gusto da encontrarse con libros como Dietario mágico, de Manuel Moyano. Un libro que sorprende, que se sale del molde, que mezcla géneros con una naturalidad asombrosa y que, además, te arrastra de la primera página a la última con la sensación de estar escuchando confidencias, historias transmitidas al oído, susurradas desde una dimensión paralela donde todo lo que parece imposible es, sencillamente, cierto.


Durante dos meses de 2001, Moyano recorrió pueblos de la Región de Murcia recogiendo testimonios de personas con dones, magos contemporáneos que curan con piedras, rezos o fotografías, que hablan con ángeles, que han llorado en el vientre de sus madres o que construyen templos en mitad del campo para rezar a la energía de las rocas. Puede sonar disparatado, pero lo maravilloso es cómo el autor logra que uno se lo crea —o al menos, que quiera creerlo— gracias a una escritura precisa, sobria, envuelta en una ironía ligera que nunca juzga ni caricaturiza.

Este dietario, más que diario, es una colección de pequeñas biografías imposibles, o quizá relatos reales disfrazados de ficción. Moyano no inventa nada: recoge lo que le cuentan, lo selecciona y lo transforma en literatura sin perder el asombro. Y ahí está la magia —nunca mejor dicho— de este libro: en ese equilibrio perfecto entre lo documental y lo fabuloso.

A mí me ha recordado a ese realismo mágico con sabor local que uno encuentra en las historias de García Márquez o en los mundos encantados de Cunqueiro, donde los pueblos se convierten en escenarios mitológicos y lo extraordinario convive con lo cotidiano sin que nadie se asombre. Murcia, en manos de Moyano, se vuelve un territorio mítico, habitado por brujos, curanderos, visionarios y seres con poderes especiales. Es como si nos dijera: no hace falta irse a Macondo o a Galicia para encontrar lo insólito; lo tenemos aquí mismo, a la vuelta de la esquina.

Confieso que he disfrutado muchísimo este libro, tanto como disfruté Polvo en los zapatos, su otro diario peculiar, donde Moyano también sabe mirar y contar desde lo íntimo y lo asombroso. Ambos libros me han parecido de lo más sugerente y reafirman mi admiración por su forma de escribir: elegante, precisa, envolvente.

Dietario mágico es uno de esos libros que uno recomienda con entusiasmo porque tiene algo distinto, porque es original, fresco, y porque demuestra que la buena literatura puede surgir de lo más insólito… incluso de una conversación en una aldea perdida.

Así que, si os animáis a leerlo, dejad los prejuicios a un lado, como aconseja el propio prólogo. Y entrad en este pequeño manual de hechicería murciana como se entra en un cuento: con los ojos bien abiertos, el corazón dispuesto y la incredulidad, si puede ser, suspendida.


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