Hay libros que se disfrutan por su historia, otros por sus personajes y algunos por la atmósfera que consiguen crear. Y luego están los que lo tienen todo. El gran Rojo, de Benito Olmo, es una de esas novelas que te atrapan desde la primera página y no te sueltan hasta el final, llevándote por los rincones más oscuros de Frankfurt de la mano de un detective tan humano como inolvidable.


Esta novela llevaba unos cuatro años esperando que la leyera y no llegaba su turno, no por falta de querer leerla sino porque no la encontraba. Se escondía. Igual que se esconde uno de los personajes de esta trama bien construida, fluida y que me hizo disfrutar este último fin de semana.

Un noir con mayúsculas

Como ya se intuía en su anterior novela, Benito Olmo se mueve con soltura en los terrenos del noir más clásico. El gran Rojo es un ejercicio de novela negra en estado puro, de los que hacen homenaje a los grandes del género: detectives solitarios, tráfico de drogas, prostitución, sicarios y una ciudad que, como buen escenario del crimen, se convierte casi en un personaje más.

Pero lo que diferencia a Olmo es su capacidad para combinar estos elementos tan característicos con una prosa cuidada, sólida y envolvente. Nada suena forzado ni impostado: todo fluye con naturalidad, y eso hace que el lector se sienta parte de la historia, como si caminara junto a Mascarell por esas calles grises y amenazantes.

Un protagonista de carne y hueso

Mascarell es uno de esos detectives que se quedan contigo. Con una pierna menos y muchas derrotas a cuestas, su presencia no tiene nada de heroica en el sentido tradicional, pero sí mucha humanidad. Acompañarlo en esta investigación —con encargo misterioso de por medio, claro está— es una experiencia que mezcla tensión, compasión y ese regusto amargo tan característico del buen noir.

Y como contrapunto perfecto aparece Ayla, una adolescente valiente, decidida y con una entereza que desarma. Su historia se entrelaza con la de Mascarell en una narración a dos voces que enriquece la trama y aporta un ritmo vibrante.

Frankfurt, un personaje más

Uno de los grandes aciertos de la novela es su ambientación. Frankfurt se nos presenta como un escenario lleno de contrastes, entre el lujo y la decadencia, con sus narcosalas, sus calles marginales y sus sombras permanentes. Todo está tan bien descrito que, por momentos, se siente más como estar viendo una película que leyendo un libro.

Una narrativa que se siente

Lo más potente de la novela es, sin duda, el estilo de Benito Olmo. Tiene una forma de narrar que convierte al lector en testigo directo de todo lo que sucede. No estás leyendo una historia, estás viviéndola. Las persecuciones, las amenazas, la tensión… Es un talento difícil de encontrar, sobre todo en un género donde los clichés abundan y la originalidad escasea.

Descubrir a Olmo ha sido una grata sorpresa. Cuando lees mucha novela negra, es fácil tropezar con tramas que suenan a ya vistas. Pero El gran Rojo tiene algo diferente, algo que lo hace destacar y que demuestra que todavía hay mucho que decir —y decir bien— en este género.

“Lo único que le quedaba era caminar entre las sombras, con la esperanza de que en algún momento alguien encendiera la luz.”
(El gran Rojo)

En resumen

El gran Rojo es una novela negra intensa, estilizada, perfectamente construida y narrada con una maestría que engancha. Benito Olmo se consolida como un autor imprescindible para quienes disfrutan del noir con sabor clásico, pero con una mirada propia y contemporánea. Una lectura adictiva, emocionante y, sobre todo, inolvidable.

Ideal para fans de: Dennis Lehane, el cine negro moderno, y quienes disfrutan de personajes con cicatrices reales, tramas sin fisuras y ciudades que respiran crimen por cada esquina.


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