Hay libros que llegan a nuestras manos de manera inesperada y que, sin darnos cuenta, se convierten en lecturas inolvidables. Stoner, de John Williams, es uno de esos libros que, con una aparente sencillez, logra una profundidad inusitada en la mente y el corazón del lector. Publicado por primera vez en 1965, pasó desapercibido durante la vida de su autor, pero con el tiempo ha sido redescubierto y hoy se considera una auténtica joya literaria.
La novela sigue la vida de William Stoner, un hombre nacido en una humilde granja en 1891. Siguiendo el consejo de su padre, se inscribe en la Universidad de Misuri para estudiar agricultura. Sin embargo, un curso de literatura cambia su destino: cautivado por el mundo de las letras, abandona la agricultura y se sumerge en los estudios humanísticos. Completa su maestría en Literatura Inglesa y se convierte en profesor universitario, una profesión que marcará el resto de su vida.
A lo largo de la novela, Stoner se nos presenta como un personaje carente de grandes ambiciones o pasiones arrolladoras. No hay acción vertiginosa ni giros dramáticos en su historia; su vida transcurre entre las aulas universitarias, sus relaciones personales y la rutina de un mundo encorsetado en normas y costumbres. Y, sin embargo, es en esta aparente monotonía donde se encuentra la grandeza de esta novela. La prosa de Williams, precisa y elegante, logra que el lector se sumerja en la existencia de Stoner, compartiendo su estoicismo, su resignación y su lucha silenciosa por mantenerse fiel a sus principios.
Lo que hace especial a Stoner es, en gran parte, su estilo narrativo. Williams despliega una prosa sobria y contenida, sin adornos innecesarios, pero con una precisión quirúrgica que permite transmitir la profundidad de los sentimientos del protagonista. No hay excesos emocionales ni dramatismos superfluos, sino una narración que avanza con un ritmo pausado y meticuloso, reflejando la misma contención que caracteriza al personaje principal. Cada palabra parece estar cuidadosamente elegida para lograr un equilibrio entre la objetividad y la empatía, logrando así una historia conmovedora sin caer en sentimentalismos.
Al comienzo, el personaje puede despertar extrañeza, incluso rechazo, por su falta de reacción ante las injusticias y las dificultades. Pero, conforme avanza la novela, la frialdad inicial se va transformando en una empatía profunda. Sin darnos cuenta, nos vemos atrapados en su mundo, viendo la vida a través de sus ojos y comprendiendo su forma de afrontarla. Es un libro que evoca múltiples emociones: extrañeza, rebeldía, frustración ante la injusticia y, finalmente, una suerte de serenidad inevitable.
La historia de Stoner es, en el fondo, la historia de todos aquellos que transitan la vida sin grandes gestas, sin ruidos ni estridencias, pero con una profunda humanidad. No es un héroe en el sentido tradicional, sino un hombre común que enfrenta la existencia con una dignidad silenciosa y conmovedora. Su figura queda en la memoria del lector no por sus hazañas, sino por la forma en que nos muestra la belleza y la tristeza de una vida vivida con honestidad.
Stoner es una de las muchas novelas que guardaba su turno para que las lea. De hecho ha esperado cinco años para que la leyera a pesar de la recomendación de varios amigos y libreros y de haberse realizado varios clubs de lecturas en librerías que conozco. Pero el otro día, vi una nueva recomendación de otro autor y, como tenía localizada la novela, decidí leerla. Creo que es una de las mejores novelas que he leído, y que posiblemente volveré a leer y, por supuesto, la recomiendo.
Leer Stoner es una experiencia única. A primera vista, puede parecer una novela sencilla, incluso anodina, pero su principal valor es su sutileza. Con una narración pulcra y sobria, John Williams convierte una historia ordinaria en algo extraordinario. Es un libro que se graba en la mente y en el corazón, que invita a la reflexión y que, sin duda, merece ser leído y releído. Una obra imprescindible que permanecerá en mis estanterías para siempre.
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