Homenajear a Manuel Vázquez Montalbán en el aniversario de su muerte es rendir tributo a una de las figuras más influyentes de la literatura y el periodismo en la España del siglo XX. Fallecido el 18 de octubre de 2003, su obra sigue vigente como testimonio de un agudo cronista social, un narrador complejo y un pensador que supo leer como pocos los tiempos convulsos que le tocó vivir. Su legado, que abarca la novela negra, el ensayo, la poesía y la crítica política, es un mosaico fascinante de temas, géneros y registros que revelan tanto su vasta cultura como su compromiso ético con la sociedad.


Entre los numerosos aspectos que destacan en la producción de Vázquez Montalbán, uno de los más célebres es su habilidad para tejer complejas tramas narrativas donde lo policial y lo social se entrelazan con una sutileza magistral. Aunque es conocido sobre todo por su serie de novelas protagonizadas por Pepe Carvalho, un detective privado amante de la buena gastronomía, sus obras van mucho más allá de los límites convencionales de la novela negra. Carvalho, excomunista desencantado y antiguo miembro del Partido Comunista, es un personaje profundamente contradictorio, que vive a caballo entre la acción y la reflexión. A través de él, Montalbán no solo construye una crítica social, sino también una reflexión filosófica sobre la España de la posguerra, la transición y la democracia.

La técnica narrativa de Vázquez Montalbán está marcada por una riqueza estilística que le permite moverse con facilidad entre géneros y tonos. En sus novelas encontramos momentos de humor ácido que se combinan con un lirismo melancólico, referencias culturales que abarcan desde la alta literatura hasta el cine de serie B, y, sobre todo, una profunda reflexión sobre la identidad nacional y política. La ironía , elemento clave de su estilo, le sirve tanto para desnudar las hipocresías de la clase política como para cuestionar los valores de la modernidad. No es raro que sus tramas policiales se diluyan en episodios que revelan la impotencia de sus personajes frente a un mundo que se desmorona a su alrededor.

Una de las contribuciones más valiosas de Vázquez Montalbán es la manera en que supo retratar la ciudad de Barcelona, ​​convirtiéndola en un personaje más de sus novelas. Barcelona es un escenario clave en la serie de Pepe Carvalho, una ciudad en constante transformación que sirve de espejo para las tensiones sociales y políticas de España. Montalbán, nacido en el barrio del Raval, conoció a fondo los rincones menos glamorosos de la ciudad, y en su obra la metrópoli se presenta a menudo como un espacio de contradicciones: una Barcelona cosmopolita y vibrante, pero también marcada por la desigualdad, la corrupción y los vestigios del franquismo. Novelas como Los mares del sur y Asesinato en el Comité Central exploran a fondo esta dualidad, mostrando una Barcelona que, bajo su imagen modernizadora, esconde los fantasmas del pasado y las luchas de clases invisibles.

Sus personajes son igualmente complejos. Carvalho, como mencionamos, es un antihéroe en permanente conflicto consigo mismo, pero también lo son muchos de los secundarios que pueblan sus novelas: Biscuter, su fiel ayudante, es un antiguo preso del franquismo cuya lealtad y humildad contrastan con el cinismo de Carvalho. A través de ellos, Vázquez Montalbán refleja la supervivencia, las contradicciones y las heridas aún abiertas de la Guerra Civil. Y es que, a pesar de la dureza de sus personajes y la aparente frialdad de sus historias, siempre hay en su narrativa una humanidad que emerge de los márgenes, de los perdedores, de aquellos que han sido olvidados o derrotados por la historia.

Además de su maestría para construir personajes y escenarios, otro aspecto fascinante de la técnica de Vázquez Montalbán es su uso de la intertextualidad. En sus novelas encontramos continuas referencias a la historia, la política, la literatura y el cine, lo que no solo enriquece la lectura, sino que también convierte cada obra en un diálogo con otras formas de cultura. Este cruce de lenguajes y géneros le permitió a Montalbán ampliar las fronteras de la novela negra, que en sus manos se transforma en un vehículo de crítica social, pero también en una reflexión sobre el acto mismo de narrar.

Es en esa mezcla de estilos y en la multiplicidad de significados donde reside gran parte de la riqueza de su obra. Por un lado, Vázquez Montalbán es capaz de construir tramas policiales sólidas, donde el misterio y la captura investigan la atención del lector; pero, por otro lado, siempre hay algo más: una crítica mordaz al poder, una reflexión sobre el desencanto político o una mirada irónica a las modas culturales de la época.

Su compromiso político, aunque presente en toda su obra, nunca es dogmático. Vázquez Montalbán fue un intelectual que siempre supo mantener una postura crítica, incluso con sus propias convicciones. En este sentido, su visión del mundo y de la historia está impregnada de un escepticismo lúcido, donde la duda y la reflexión prevalecen sobre las respuestas fáciles. Fue un pensador incómodo, que no rehuyó los conflictos, y esa incomodidad se refleja en la complejidad de sus personajes y en las estructuras narrativas de sus novelas.

No podemos olvidar tampoco su faceta de cronista gastronómico. Para Montalbán, la comida no era solo un placer, sino también una forma de entender el mundo. A través de las recetas y las descripciones culinarias que salpican sus novelas, nos ofrece un retrato de la cultura y la identidad mediterránea, a la vez que denuncia los excesos del consumismo global. La gastronomía, como todo en su obra, es una vía para reflexionar sobre la sociedad y sus contradicciones.

Dos décadas después de su desaparición, Manuel Vázquez Montalbán sigue siendo un referente ineludible en la literatura española. Su capacidad para retratar la complejidad de la sociedad contemporánea, su mirada crítica y su habilidad para fusionar lo alto y lo bajo, lo popular y lo culto, lo convierten en una figura única en el panorama literario. Recordarlo en este aniversario es también una oportunidad para redescubrir su obra, que sigue iluminando con fuerza los claroscuros de nuestra historia reciente.


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