Árida (Ediciones Traspiés, 2024) de Antonio Tocornal, ganadora del I Premio Internacional de Novela Corta Francisco Ayala, es una obra que nos sumerge en la ruina de una aldea remota, caída en la desgracia y el abandono. Situada en medio de una vasta llanura desértica, Árida es un lugar donde solo existen el polvo, el calor asfixiante y el constante canto de cientos de chicharras que resuenan como una sinfonía interminable. Este escenario es mucho más que un espacio físico; es un territorio emocional donde el tiempo parece detenerse y se mide con parámetros propios, un umbral entre la vida y la muerte, entre lo tangible y lo intangible.
Una novela corta que me ha impresionado tanto por la escritura en sí misma como por la estructura que ha utilizado el autor. Es una obra que me recuerda a otras como Pedro Páramo, de Juan Rulfo y La lluvia amarilla, de Julio Llamazares, por la desolación y la soledad. Pero aquí se acaban las comparaciones.
Es una novela cruda, sin compasión, que muestra la desolación de un lugar de tal forma que solo sentimos sed, hambre y el sonido de las chicharras. El autor, al que seguiré leyendo (de hecho ya he comprado dos nuevos libros de él) es un maestro del lenguaje y del simbolismo y, precisamente esto, es lo que provoca la inmersión del lector en Árida. Me ha gustado y sorprendido (lo que cada vez me ocurre menos) y es por eso que la recomiendo.
En este paisaje desolado solo queda la Guardesa, una anciana que ha decidido quedarse en Árida. Su tarea es sencilla y a la vez simbólica: espera a los caminantes que pudieran llegar y cuida del cementerio, donde reposan las tumbas de sus antepasados. Ella es la vigilante de este lugar de olvido y muerte, y también el hilo conductor que une las historias de los demás personajes, todos los cuales tienen una cosa en común: están muertos. Árida, además, es un western disfrazado de novela coral, una obra en la que seis voces —tres hombres y tres mujeres— se entrelazan en una narrativa en la que la vida y la muerte se encuentran en una frontera difusa.
La estructura de la novela es particularmente interesante por la forma en que el autor presenta las historias de los cinco personajes que, a lo largo de la obra, convergen en Árida: el caminante del reloj de arena, el arriero, el soldado, la niña y la fugitiva. Cada uno de ellos llega a este paraje desértico por diferentes motivos, pero sus trayectorias están marcadas por la violencia, el erotismo, y la inexorable fuerza de la muerte. Árida, con su desolación, funciona como un espejo de sus destinos. En este espacio, donde el tiempo parece detenerse y el pasado se confunde con el presente, la Guardesa se convierte en la narradora de sus historias y la cuidadora de sus secretos.
Uno de los temas centrales de la novela es la decadencia, tanto física como moral. La Guardesa relata cómo Árida, que alguna vez fue un pueblo próspero gracias a la agricultura y la ganadería, ha ido languideciendo hasta convertirse en un secarral. Los primeros en abandonar el lugar fueron los pájaros, en un símbolo premonitorio de la ruina que estaba por venir, y luego se fueron los habitantes, dejando solo las chicharras, las únicas que parecen resistir el silencio.
El relato está cargado de simbolismos que enriquecen la lectura: el reloj de arena que porta uno de los personajes simboliza el paso implacable del tiempo; la flecha, la trayectoria vital; y la serpiente, el deseo sexual que, en esta novela, está íntimamente vinculado con la muerte. Estos símbolos no solo refuerzan la atmósfera irreal y fantasmal de Árida, sino que también dan profundidad a los conflictos de los personajes. A lo largo de la narración, Tocornal teje un complejo entramado de erotismo y violencia, donde la muerte siempre está presente, acechando y envolviendo a los personajes en un destino inevitable.
Uno de los mayores logros de Árida es su capacidad para crear una atmósfera sofocante y perturbadora. El lenguaje de Tocornal es crudo y a la vez poético, lleno de detalles que subrayan la brutalidad de la existencia en este mundo desértico. Sin embargo, también hay momentos de ternura y belleza que contrastan con la dureza de la vida y la inevitabilidad de la muerte, haciendo que el viaje hacia el final resulte más soportable. El destino de los personajes, a pesar de estar marcado por la tragedia, se siente casi como un descanso, un retorno a la tierra, como si el final fuera, en última instancia, una liberación.
En conclusión, Árida es una novela profundamente simbólica, que mezcla la crudeza de la realidad con la poética de lo fantástico. Tocornal nos lleva a un lugar donde la vida y la muerte se entrelazan y donde los personajes son arrastrados por las fuerzas inevitables de la naturaleza y el destino. Con su prosa potente y cargada de significado, el autor logra crear una obra que, a pesar de su brevedad, resuena con la fuerza de una tragedia universal. Árida es, en última instancia, una reflexión sobre la fragilidad de la existencia y la inevitabilidad de la decadencia, tanto personal como social.
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