Los días perfectos, de Jacobo Bergareche, es una breve novela epistolar compuesta por dos cartas y narrada en segunda persona, cuyos temas centrales son el adulterio, algo inesperado, y el tedio del matrimonio.


En los días perfectos, Luis, un periodista cansado de su trabajo y su matrimonio, escribe dos cartas, la primera a Camila, su amante, y la segunda a su esposa, Paula, durante su estancia en Austin, Texas, donde ha acudido a un congreso de periodistas, principalmente para encontrarse con Camila, que de forma inesperada, acaba de cortar su relación, consistente en encontrarse en Austin cuatro días en los dos años anteriores.

Así, Luis le escribe una carta a Camila en la que repasa todos sus momentos al mismo tiempo que reflexiona sobre lo divino y lo humano. Esta carta esta motivada por la necesidad de desahogarse de Luis, pero encuentra un aliciente literario: la correspondencia de Faulkner con su amante Meta que se conserva en el Harry Ramson Center. Impulsado por las palabras de Faulkner a su amante, Luis se sincera con Camila y reconoce que “la vida que comparto con Paula se me hace un buque inmenso y cargado de cosas, cuyo rumbo y velocidad cuesta tanto variar”. Luis necesita acción, sentirse vivo y por ello se resigna a vivir días perfectos y ya solo aspira a disfrutar de buenos momentos. Luis no quiere cambiar porque esos poco días con Camila eran días que añoraba el resto del año.

El hecho de que también escriba a su mujer, lectora de Faulkner, tiene como finalidad contraponer lo pasional con lo previsible. En esta carta a Paula encontramos a un Luis, que a mí se me había atragantado en la anterior, a una persona sensata que reclama cambios en la vida matrimonial para variar el tedio de la rutina en su vida en común.

En el fondo la novela no es más que una reivindicación de la diversión en las parejas consolidadas y a no dejar de vivir la propia vida ante tantas obligaciones de la vida diaria.


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