Esta vez os presento una novela, la primera que leo de esta autora, que podría ser calificada de romántica pero también podría serlo de histórica, pero no, es mucho más. Sí, es verdad, hay historias de amor pero no sólo se centra en las visicitudes que pasan los protagonistas hasta llegar al final de la novela pues hay otra historia, la del observatorio del Monte Wilson, eje central de los acontecimientos que suceden. Mientras  seguimos la historia de los protagonistas recorremos unos años, a principios del siglo XX, en el que las investigaciones del firmamento se suceden y, con pericia, la autora, que ha realizado una gran documentación, nos las ofrece sirviendo de marco a las historias personales y a la sociedad de aquel momento, sociedad que no permitía que una mujer fuera astrónoma, ya que el fin de la mujer tenía que ser casarse y tener hijos, que no permitía relaciones homosexuales y en la que los padres eran los propietarios de sus hijos. 

En cuanto la estructura, la misma no es lineal, sino que va alternando personajes y tiempos con el fin de que comprendamos a los protagonistas, a cómo han llegado a ese momento. Los protagonistas, sobre todo Ellie, son fantásticos, lloran y ríen, tienen deseos, dudas y traumas. Los sientes vivos. Pero es que, además, la mayor parte de los científicos que aparecen son reales y existieron, trabajando en el Monte Wilson. Es decir, se mezcla la ficción con la realidad. El cóctel no puede ser más que recomendable.

Sinopsis: Los Ángeles, mayo de 1910.

La misma noche en que la Tierra atraviesa la cola del cometa Halley, llamado «El Destructor», en la casa de los mellizos Henry y Ellie Blur sucede algo terrible que los obliga a huir. Se dirigen hacia el monte Wilson, donde se ubica el observatorio astronómico más grande del mundo. Bajo ese cielo transparente encontrarán su propio destino, incluido el amor.

Hasta que uno de los dos desaparece.



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